Debiera comenzar este breve mensaje como el final de la película Otto e mezzo de Federico Fellini o el final de El séptimo sello de Ingmar Bergman, o por lo menos como Björk en la película Bailando en la oscuridad, ya sabe, con un grupo de gente sumándose a usted hasta darle un fuerte apretón a la vida bailadora. Pero no es el momento ni el lugar para comenzar a saludarlo así, profesor, ni mucho menos con paliativos filantrópicos, tan criticados por Lenin; sino con la calma de un saludo amistoso en espera de que la necedad por vivir no lo abandone; además, si recuerda, Schopenhauer advirtió que habría días así, sólo se le está probando. Ojalá que, como viera Tolstoi, usted se decida a franquear “aquella distancia llena de terror y de lo desconocido, aquella distancia entre vivos y muertos que todos experimentaban instintivamente, preguntándose con emoción quién la franquearía sano y salvo”.
Y bueno, no esperamos amontonar estas palabras cual si fuera un acto político, ni despedirnos (considerando que aún debe un ensayo a la revista), sencillamente lo saludamos –ojalá fuera en mejores condiciones– y deseamos su pronta recuperación para, entonces, sacar la risamatraca y animar el día (si gusta bailar polka, no lo detendremos; sólo lo haremos si intenta cantar alguna ranchera).
(Postdata: si no ha visto ninguna de las películas mencionadas, lo esperamos para verlas)
jueves, 29 de abril de 2010
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