viernes, 10 de diciembre de 2010

Mensajes desde el mundo bonito, 1

Me gusta cuando, al poner el primer pie, el autobús arranca: es como si tuviéramos que llegar a un lugar importante o fuera una película de acción; además, al subir debo mantener el equilibrio y sujetarme de donde pueda. También suelo jugar a adivinar cuántas personas puede meter el conductor -siempre me sorprendo-; se acaba, parafraseando a c. monsiváis, la física y comienza el realismo mágico: dos personas ocupan el mismo espacio. Bajar... otra aventura... El conductor tiene prisa por escapar o llegar, no lo sé, y yo debo continuar descubriendo el mundo bonito

sábado, 4 de diciembre de 2010

XVI. Los que no tenemos definición como tampoco tenemos carro.

Si para eduardo galeano la brevedad de la obra de juan rulfo puede representarse como a éste haciendo el amor de manera frenética, para luego echarse a dormir; tal vez podría agregar a lo que será la mía lo que dijo juan carlos onetti de su forma de trabajar comparada con la de mario vargas llosa: "él [llosa] tenía relaciones matrimoniales con la literatura mientras que las suyas eran adúlteras". aunque, tomando otra frase de galeano, quizá mi obra no tendrá definición como tampoco tengo carro.

viernes, 3 de diciembre de 2010

XIII. Hacia la meta.

Se dice que la llegada de Benito Juárez a su oficina coincidía con las campanadas de las nueve, lo que hizo comentar a sus críticos que se comportaba como un albañil; de Immanuel Kant, quien pasaba exactamente a la misma hora por los mismos lugares, se dice que uno podía poner en tiempo su reloj al verlo pasar. Un estadista y un filósofo dedicados a su destino: como Hermann Hesse escribió, su meta los atrajo, es decir, no dejaron “penetrar nada en su alma que pudiera entorpecer el camino hacia su meta”.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Hacia otros lugares

Me esperan otros lugares
donde resolver crímenes
y cometer algunos también
hacer pagar nuevos entuertos
y confundir las señales del azar

sé que dejo amores
y lecciones jamás aprendidas
me aguardan los mismos errores
y canciones para no ser cantadas

habrán oportunidades para inventarme
-quizás hasta otros nombres-
o me confundan con alguien menos
alguien que debí dejar atrás

voy con los bolsillos cargados de recuerdos
-el equipaje lo encontraré en el camino-
voy hacia el olvido de cada uno de ellos
los iré perdiendo en las paradas

me esperan otros lugares donde estar lejos
para acercarme a quien realmente soy
conversaciones plegarias silencios
vaya si sigo sin mapas y demás.


De las sesiones para Mes rêves: paroles dans mer / Canciones para no ser cantadas, por Garik Samsa (traducción EPA)

domingo, 7 de noviembre de 2010

X. De lo perfecto a la posibilidad del asombro

Lo perfecto está determinado por lo imperfecto: a la mujer perfecta, final de viaje sin principio, la cubrirá un velo de obsidiana, ocultando su belleza más sincera; la mujer imperfecta se acerca más a la perfección que ninguna otra, incluso una perfección divina, al permitir cada día, amanecer y anochecer, la posibilidad del asombro.

sábado, 6 de noviembre de 2010

XII. Borges, el hacedor (II)

El escritor argentino Jorge Luis Borges narra, en el texto “El Preste Juan de las Indias”, de 1934, sus averiguaciones acerca de un religioso nestoriano que se convirtió en rey; haciendo al final del mismo una pregunta clave sobre nuestra propia interpretación de la realidad y la de los demás: “¿Para nuestra vida obscura no es todo leyenda? ¿Para nuestro ser ingenuo no es todo suceso verídico?”

Entonces, si estamos satisfechos con la ilusión de estar informados, mientras ignoramos las causas profundas de los sucesos, ¿qué tanto sabemos de la realidad? Nos sentimos civilizados e intelectualmente superiores a las generaciones anteriores; pero es claro que los griegos no fueron muy diferentes a nosotros, porque son muy pocos los valores que la humanidad ha creado desde entonces. ¿Era de la razón? "El sueño de la razón crea sus propios demonios", pintó más o menos Francisco de Goya; pero también confiamos en juegos de hechicería y todavía corremos por antorchas para quemar los libros o discos que se consideren peligrosos... De un lado, quienes juran la objetividad, su racionalización; del otro, los que juran la subjetividad, su racionalización.

Borges, hacedor de laberintos y caminos, concluye: “es de toda fe cierta la narración del Preste Juan en el país engorroso de la India antigua, pero en nuestra América despejada se trata de sencillamente de un cuento”. Faltarían todavía algunos años para el realismo mágico latinoamericano, que, creo, no sería sino un renacimiento mesoamericano, así como sus escritores que, siguiendo a Herman Hesse en Demian, no juran nada que tome un bando: ellos prefieren a uno que esté en ambos lados -Abraxas-.

I. Leonard, el inmemorioso

El personaje de la película Memento (2000), dirigida por Christopher Nolan, me parece extraordinario: cumple un ciclo de vida contado en minutos, para luego ser otro, aunque conservando los recuerdos anteriores a su perdida de memoria inmediata; así, prueba el mundo y en poco tiempo lo olvida, debiendo confiar en las anotaciones hechas por él mismo: la realidad es una duda insoluble.

Contrario al Fulmes de Borges -capaz de recordar cada segundo de su vida y el mundo-, Leonard, el personaje de Memento, sólo puede recordar una vida pasada, la cual, como su presente que ya lo es, se está conviritendo en una sospecha. Si su condición es mejor que la nuestra -que damos todo por verdadero y evitamos dudar de la realidad; y cuando dudamos pasamos inmediatamente a otra cosa o aceptamos, para no angustiarnos, el engaño-, no estoy seguro (¿quién se asoma a ver la maquinaria que pone en movimiento a nuestro mundo sin admitir la locura del mismo?).

En una escena de la película, Leonard, que olvida lo inmediato después de cinco minutos y busca al asesino de su esposa, lleva largo rato contando una historia por teléfono, hasta que descubre un nuevo tatuaje en su pierna, hecho por él mismo para recordar su búsqueda: “never answer the phone”. Inmediatamente el personaje pregunta “who is it?”, y sólo se escucha que cuelgan, mientras él queda desconcertado. Tal vez así debería sentirme al ver estas líneas, debiendo preguntar: ¿Quién lee? ¿Quién escribe, escribió todo esto?

viernes, 29 de octubre de 2010

VIII-IX. El suicida a punto de perder el control - Yo también espero que mi cadáver sea respetado

El suicidio es el acto irracional por excelencia: un sistema, creado para sobrevivir durante el mayor tiempo posible, decidiendo su propia muerte es resultado de la ausencia total de voluntad de ser: el suicida sabe o entiende el tamaño de su acción y aun así continúa: su voluntad enferma lo lleva a una contradicción biológica: anularse. Por supuesto, los demonios que atormentan al suicida no pueden ser comprendidos si no se es un suicida, siquiera en potencia, resultando un desatino juzgar su acción.

Quizás el suicida –si es escritor– retrasa el acto final ante la necesidad de que la última línea no sea una estupidez total o no esté a la altura de las circunstancias. Pero es realmente difícil no pensar que se puede mejorar la supuesta última línea o la escrita no acierte a decir todo y, peor aún y como seguramente ocurrirá, sea interpretada de manera equívoca (así que el suicidio se deja para otro momento, tal vez para otra vida).


Encuentro cierta vanidad en la pobreza material o espiritual ostentada por todo filósofo o poeta, como si la miseria de su obra pudiera ser salvada gracias a un estoicismo de cabaret o una ocurrencia. Yo, como escribió Jaime Sabines, "es claro que no quiero que me entierren", pero si el mundo ha tratado con una maravillosa indiferencia mi vida, lo mismo espero de mi muerte; distinto me gustaría que ocurriera con mi obra -donde dejaré mis búsquedas circulares, todas las preguntas y las muy pocas respuestas que habré inventado-, leída por dos o tres escritores equivocados ("aquí donde nadie me escucha", como escribió Federico Gamboa).

El suicida Cesare Pavese anotó en su diario, El oficio de vivir, el 18 de agosto de 1950: “Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más”. Justa manera de terminar.

domingo, 24 de octubre de 2010

XV. El no blues de Fidel del Ángel y La memoria salvada

A Mamá Conchita, que me contó la historia

[Ojalá pudiera escribir el blues de Fidel del Ángel, pero estas líneas no son más que lo poco que sé.]

Cuenta Mamá Conchita, también llamada Marina –hermoso nombre sin duda–, que mi abuelo materno, Fidel del Ángel, llegó desde Veracruz: dicen que era callado, aunque todos saben que ser mal hablado nunca fue su cruz, sino su santo y seña. Algunos ven algo de él en mí, así que en ocasiones he atribuido mi pereza al hablar (no le recuerdo una conversación) a una herencia familiar y, algo más, un carácter, por ratos, intransigente y bastante orgulloso; pero seguro todo eso, para bien o para mal, es mi responsabilidad.

Fidel, papá Fidel como lo llamaba, comenzó como campesino; luego, casado con Mamá Juanita, hermana de Mamá Conchita, abrió una cantina y el único cine del pueblo de Noh-Bec, que además fue teatro (se conservan todavía fotografías de mi mamá cuando le gustaba la danza), así como una tortillería y ser prestamista del pueblo y casa de empeño. Por lo cual, ayudó a emborrachar a muchos e iluminó una ventana en una enorme pared blanca por donde Pedro Infante y el Santo llegaron a asomarse (Mamá Conchita debía ir a Mérida por las películas).

Lamentablemente era todavía un niño cuando murió Mamá Juanita, primero, y Papá Fidel, después, resultándome vago su recuerdo. Pero conservo en la memoria las visitas a Noh-Bec (yo nací y viví en Chetumal), el silencio y la noche con sus pies de espanto; el café en la cocina al llegar y la madrugada; el jardín con su rosal y el olor de la humedad del pueblo; la Iglesia (a la que recuerdo siempre vacía, deshabitada y de la que no creo haber conocido su interior), enfrente de la casa; el rifle en el cuarto, esperando, recordando batallas olvidadas; mi mamá cortándole el cabello, en el patio delantero; las incursiones con mi hermano al patio trasero, donde habitaban los naranjales... En alguna de esas visitas de fin de semana intenté ser dibujante, pero desistí.

Mi abuelo, cuenta Mamá Conchita, fue víctima de la envidia de los necios, que gracias a unos brujos le quitaron sus riquezas ante sus ojos; así, cerró la cantina, dejaron al pueblo sin aventuras en blanco y negro y ya no habrían nuevos buenos tiempos; aunque Fidel todavía tenía el sombrero bien puesto, los recuerdos de lo logrado y, por fortuna, le quedaba el recuerdo de Mamá Juanita y la alegría de Mamá Conchita, que lo trajo a descansar a Chetumal -la casa vendida y los cuartos, que tenían en Carrillo Puerto, también-. Poco a poco fue perdiendo la vista y las fuerzas, hasta que un 15 de septiembre, por la noche, lo vi por última vez: acostado, durmiendo.

Mamá Conchita, que hasta hoy se ríe de la muerte y está más viva que muchos otros, me cuenta su historia para que yo pueda tenerlos vivos en este no blues que, como la vida, acaba precipitadamente para dar lugar a otra historia.

sábado, 23 de octubre de 2010

XIV. Ramón Bravo, muerte en las aguas de la luz

Ramón Bravo Prieto (1925-1998), oceanógrafo, comunicólogo, investigador y ecologista, excelente buceador (promotor del buceo nocturno) y acompañante ocasional de los tiburones, murió -cuenta mi tío- mientras cambiaba un foco. Quizás, como el cuento de García Márquez, murió ahogado en la luz que brotó al quitarlo, porque era inexperto en esas aguas. Casi del modo en que muere la poeta mexicana Rosario Castellanos, a quien el poeta mexicano Jaime Sabines escribió: "Sólo una tonta podía dedicar su vida a la soledad y al amor. / Sólo una tonta podía morirse al tocar una lámpara, / si lámpara encendida, / desperdiciada lámpara eras tú. / Retonta por desvalida, por inerme, / por estar ofreciendo tu canasta de frutas a los árboles, / tu agua al manantial, / tu calor al desierto, / tus alas a los pájaros [...]" (Recado a Rosario Castellanos). Bravo, miembro de aquellos que equivocaron camino y nacieron sujetos a la tierra, hombres marinos que se marean en tierra firme, desde su muerte habita la Cueva de los Tiburones Dormidos, Isla Mujeres (otros, que también equivocamos camino, extraños en el mar y la tierra, nos queda la esperanza del cielo).

viernes, 22 de octubre de 2010

XIII. Hidalgo, el tlatoani

Quizá Miguel Hidalgo es un ejemplo de continuidad y ruptura en la historia de México, como la consideraría el escritor mexicano Octavio Paz. Esto es, porque en la organización prehispánica el tlatoani huey o gobernante, era un guerrero al mismo tiempo que un hombre vinculado a la religión, un hombre divino. Así, los indígenas que siguieron a Hidalgo, al que consideraron un iluminado y en contacto con un mundo superior, hicieron lo que siglos antes habían hecho sus antepasados, incluso, se debe agregar, alimentar con su sangre la tierra.

En cuanto a la ruptura, otro elemento imprescindible en la historia del hombre, la encuentro en que ahora los dioses son uno solo: la virgen de Guadalupe y una religión ajena al desarrollo histórico mesoamericano; aunque, como bien señaló Paz, la religión mesoamericana tuviera unos mismos dioses, pero con diferentes nombres, como bien podríamos decir de esta época de oscuridad en la que vivimos.

sábado, 25 de septiembre de 2010

sobre Soir Bleu de Edward Hopper (o la portada que no fue)

Dedico algunas líneas a la pintura Soir Bleu del estadounidense Edward Hopper (1882-1967). Primero hablo de Soir Bleu y la experiencia que tengo de ella sin recurrir a los apuntes académicos, sólo a los de la memoria -inevitables- y la imaginación -esa arma temida y odiada por los gobiernos autoritarios-; luego, cito los comentarios de quienes dicen saber de qué están hablando sobre la obra del autor. Sin olvidar la razón primera: a pesar de su importancia para su proceso de creación, no aparecerá como portada del libro La lucidez del sueño, por lo cual dejo al menos constancia de su valor en dicho libro.


1914, óleo sobre lienzo, 91,4 x 182,9 cm. Nueva York, Collection of Whitney Museum of American Art.

I. Soir Bleu, desde mi perspectiva y el porqué me gusta tanto, puede representar un momento extraordinario que quiero dividir en cuatro puntos relevantes: primero, el eje de la pintura, según la luz que emana de ella, es la transformación de un hombre, su metamorfosis en un ser bizarro –¿llegó así o, como Gregorio Samsa, se descubrió?–; parece provocar la alarma del segundo punto: los ilustres ocupantes de la mesa de al lado, como si acabaran de descubrirlo o esperaran una explicación, por supuesto lógica; el tercero: los hombres que acompañan en la mesa al clown parecen estar tratando un mismo tema, sin prestarse mayor atención –¿juegan a las cartas?–; un cuarto punto es la mujer, con un aspecto que la hace pertenecer al mismo grupo marginal del eje, irradiando una fuerza sólo superada por éste.
Dentro de las interpretaciones que he monologado en otro momento, una ha sido la analogía entre la condición de algunos poetas y el eje de la pintura. Lo anterior, claro, sólo en caso de que se pudiera externar el ser poeta (aunque ya lo advirtió J. Sabines, para estar tranquilo no hay más remedio que admitirse en algo así como un peatón).
Un ejemplo del vínculo con el poeta como personaje es el desconcierto de la mujer y el hombre ilustres que, si los consideráramos burgueses, Roque Dalton esperaría ser tratado por ellos como “payaso o enemigo”. El asombro provocado por su aspecto, su desnudez, los obliga a considerarlo un loco, inadaptado, extrañado. Así, acierta Sabines al decir que “el poeta está un poco más desnudo, tiene un poco menos piel que el resto de los hombres”. Por supuesto, en Soir Bleu dicha desnudez es visible a primera vista y, por ende, resulta terrible, capaz de congelar la sonrisa. Siendo su desnudez, parafraseando a A. Aura, otra máscara con la cual resaltar lo que es. Impidiéndonos saber “dónde empieza su realidad y en dónde acaban sus ficciones” (Baroja, 1990, citado por Flores Arroyuelo).
Reacción distinta es la de quienes lo acompañan, al parecer marineros, los cuales no se alarman tanto y quizá sólo guarden silencio ante alguien que es casi como ellos –qué es un marino en tierra, sino un hombre solo en un mar de hombres–; finalmente la mujer, esfinge, esperando con los ojos inundados de abismos, ¿para descansar? Ella, un elemento imprescindible en todo artista –como lo fue la esposa de Hopper para su vida y obra–.

Sin duda habrá quienes encuentren lo anterior demasiado forzado: tienen toda la razón; pero considero que una obra de arte, en este caso una pintura, permite las interpretaciones que el observador le dé. Imaginemos, pues, la pintura un rayo de luz que se dirige a nosotros, convertidos en difractores: cambiamos la forma y dirección de dicha luz. Pensemos lo anterior y, con una sonrisa debajo de algún farol –como espiral de humo desvaneciéndose junto con nosotros–, afirmemos con la cabeza. Mañana podremos cambiar de idea.







Night Windows. Óleo sobre lienzo, 73,7 x 86,4 cm. Nueva York, Collection The Museum of Modern Art.

II. No cuento con la capacidad suficiente para exponer la totalidad de la obra de Hopper, así que partiré de generalidades: su trabajo es clásico en la representación realista de ambientes y paisajes americanos, la relación entre naturaleza y civilización –no siempre armónica y limitada cada una por la otra, con fronteras movibles, en franco desacuerdo–, al igual que desnudos femeninos en habitaciones desoladas, sin mencionar su voyerismo. El realismo en la obra de Hopper da o está a un paso de lo fantástico.

Uno de sus intereses estuvo en captar la luz y las mutaciones que sufre tanto ella como los cuerpos donde se posa; él mismo lo expresa así: “Quizá no sea muy humano. Mi deseo era pintar la luz del sol en la pared de una casa” (citado por Rolf Günter Renner, 1991). En la página web del Tate: British and International Modern and Contemporary Art, en su sección dedicada a Hopper, se lee que éste “believed that the artist’s goal was to reveal the truth about the everyday and the interior life of ordinary people”. Por su parte, la página web del Whitney Museum of American Art dice que Hopper “created unforgettable images of everyday life imbued with an understated dramatic force. Through his extraordinary manipulation of space and light, Hopper’s works hover between the theatrical and the strangely familiar”. Con respecto a Soir Bleu, obra temprana de Hopper durante la temporada que pasó en París (1906-1916), Günter Renner considera necesario entenderla

[…] como una mirada retrospectiva sobre su época francesa e impresionista, y además, por su codificación psicológica, señala cuadros posteriores: a la postre aparece como una inconsciente anticipación de su último cuadro Two Comedians [2] de 1965, en que no sólo se representa a sí mismo y a su mujer Jo, sino que también dirige una mirada, a un tiempo irónica y melancólica, sobre la vida misma.

[2] Óleo sobre lienzo, 73,7 x 101,6 cm. Colección particular.

Tal cual obra de arte, Soir Bleu genera dudas en el espectador, llevándolo a las más diversas interpretaciones. Gail S. Myhre (17 de agosto de 2009), en la página web del Art Museum Journal, escribe:

The painting’s figures appear stiff, their arrangement artificial […] each a specific Parisian urban type, have a little to do with each other as with the viewer. A single female addresses the viewer directly and she is the farthest from us in space, her features masked and unreadable […] Though these people take their evening refreshment together, their isolation from one another is complete and absolute […] As with Mona Lisa’s smile, we find ourselves always wondering about what are they thinking.

Entre las diversas pinturas que no quiero pasar sin mencionar se encuentra Office in a Small City [3], donde Hopper pareciera mostrar el resultado del triunfo de la civilización sobre la naturaleza: al mirar el hombre por la ventana, el paisaje que encuentra son ventanas oscuras, edificios sin vida que devoran el horizonte. En palabras del autor: “My aim was to try to give the sense of an isolated and lonely office interior rather high in the air, with the office furniture which has a very definite meaning to me”. Para Günter Renner,

La mirada del hombre en esta pequeña oficina no sólo busca el horizonte del cielo o la fachada y el tejado de la casa de enfrente. Las formas en ángulo recto de su oficina, así como el rectángulo blanco y sin ventanas del costado de un edificio, parecen más bien cerrar un espacio inaccesible para él […] Sin duda alguna, este cuadro hace referencia a la alienación y abandono, y articula un deseo que no precisa ser plasmado directamente.







[3] 1953, óleo sobre lienzo, 71,7 x 101,6 cm. Nueva York, The Metropolitan Museum of Art.





En Rooms by the Sea [4] encontramos ese realismo que está tan cerca de lo fantástico. Al respecto escribe Günter:

El modo de pintar, cuidadoso con los detalles, lleva ahora a irrupciones fantásticas en la percepción. La frontera habitual entre imagen y realidad, constitutiva por lo general de los usos visuales de la pintura, se retira del cuadro mismo: el mar pintado como real puede contemplarse al mismo tiempo como un espacio de la fantasía. La conciencia perceptiva del observador experimenta una desorientación, en la medida en que toma en serio lo representado.

En la página web de la Yale University Art Gallery se menciona que dicha pintura

[…] is based on the view out the back door of studio. Titled in his record book ‘Rooms by the Sea. Alias The Jumping Off Place’, Hopper noted that the second title was perceived by some to have ‘malign overtones’ and he thus deleted it. While the view from the studio suggested the composition of Rooms by the Sea, the image is more evocative metaphor of silence and solitude than the transcription of an actual scene.

[4] 1951, óleo sobre lienzo, 73,7 x 101,6 cm. New Haven (Connecticut), Yale University Art.

Los cuadros de Hopper, sirviéndose de un camino distinto a los pintores abstractos, (re)presentan “rupturas que exigen al observador superarlos y leerlos una y otra vez”. Por lo cual, “mediante la distancia, crea una franqueza que la expone a diferentes lecturas”. Así, sus pinturas “ponen ya de relieve una reacción del observador; forman un ‘intertexto’ cuya significación llega en el acto de la percepción” (Günter Renner, Op. Cit.). Otro ejemplo de lo anterior es Automat [5].

[5] 1927, óleo sobre lienzo, 71,4 x 91,4 cm. Iowa, Des Moines Art Center.

Como dato curioso, Nighthawks [6] fue representada al principio del video de la canción Dancing in the rain de Robi Draco. Sobre el cuadro, dijo Hopper: “muestra lo que me imagino en una calle de noche; no es necesariamente algo en especial solitario. He simplificado mucho la escena y agrandado el restaurante. Quizá de un modo inconsciente he pintado la soledad de una gran ciudad” (citado por Günter Renner, Op. Cit.). Por su parte, Jessica Murphy, de The Metropolitan Museum of Art, la considera la pintura más icónica de Hopper, donde las personas “appear lost in their own weariness and private concerns, their disconnection perhaps echoing the wartime anxiety felt by the nation as a whole”. [1]

[6] 1942, óleo sobre lienzo, 76,2 x 144 cm. The Art Institute of Chicago.

Edward Hopper es sin duda un gran artista estadounidense del siglo XX, reconocido en su momento y en la posteridad; pintor moderno que dentro de su realismo fue mucho más abstracto que sus contemporáneos, eligiendo su propio camino y dejando que el observador contara las historias que quisiera imaginar. Un pintor que encontró lo maravilloso en la cotidianidad americana, lo poético del instante, convirtiéndose en universal.


[1] Referencias y para más y mejor información, consultar:
Günter Renner, Rolf (1991). Edward Hopper (1882-1976). Transformaciones de lo real. Alemania, Benedikt Taschen, 95 páginas.
Baroja, Pío (1990). La nave de los locos. México, REI, 345 páginas. Introducción de Francisco Flores Arroyuelo.
Murphy, Jessica. “Edward Hopper (1882-1967)”. www.metmuseum.org/toah/hd/hopp/hd_hopp.htm (June 2007).
www.tate.org.uk/modern/exhibitions/hopper
www.artgallery.yale.edu
www.nga.gov./exhibitions/hopperinfo.shtm
www.whitney.org/exhibitions/edwardhopper
artmuseumjournal.com/edward_hopper_soir_bleu.aspx

No quiero que mires el caos que hemos permitido, el tamaño del vacío que hemos dejado, ni hagas caso de alarmistas, mesías o suicidas. Para ti quiero paseos por la playa, días de campo y lluvias eternas en la selva; abrazos por la mañana y besos cargados de esperanza. Sé que no he hecho mal, pero tampoco algo bueno por salvar lo que vamos perdiendo. Por ahora se debe estar con la pistola en el cinto y el funeral en el pensamiento. Si todo sigue igual, será porque yo también lo dejé pasar.

domingo, 19 de septiembre de 2010

reuniendo poetas (algún día o noche aumentar la biblioteca de babel)

sólo en mi modesta biblioteca he logrado reunir, con sus poesías completas, a borges, girondo, sabines, dalton, pessoa, bonifaz nuño y benedetti; los dejo juntos, pegaditos uno al otro, como si pudieran platicar entre ellos y, sin duda, discutir alrededor del fuego de la poesía. ¿qué se contarán además de laberintos y lógicas terribles y fantásticas, mujeres que vuelan y masmédulas y personalidades desbordadas, muchachas que son fortuna, amorosos y lunas para llevar en el bolsillo, revoluciones nunca derrotadas, puertos y puertas y una lucidez como ventana al suicidio y heterónominos, biendecires de maldecires y exilio y memoria? tanto y tantos faltan por unirse. uno los mira y quedan pocas ganas de escribir, pareciendo mejor dedicarse a ser lector; sin embargo, yo también quiero participar, aunque sea desde un rincón, en la parte más alejada de cada uno de ellos, con un libro propio y, desde ahí, escucharlos y esperar y llenarme de asombro hasta que sea mi turno de hablar. mientras tanto, reúno mis piezas, sueltas o acomodadas, y salgo

jueves, 16 de septiembre de 2010

Sugestión II (o encontré algo para eliminar)

Han pasado días sin borrar algunas líneas y, en consecuencia, el nuevo libro sigue extendiéndose imperturbable, calmo, como una enredadera o musgo… ¿Acaso ahora todo lo que estoy escribiendo es literatura o es sólo un optimismo malintencionado quien lo aprueba como venga? Quizá debo darle un susto al nuevo libro –¿otro ensayo de libro?– y reducirlo, para que no ande tan confiado dejando pasar lo que sea, tanto literatura como –diría Onetti– mierda.

comentarios a una joven escritora (en potencia)

Para escribir cuentos, debes recodar lo que en su momento dijo el escritor Julio Cortázar: desde la perspectiva del boxeo, una novela es una pelea que se decide por puntos a lo largo de doce rounds; en cambio, un cuento se gana por knock out desde el primer golpe.

Considero que debes evitar trabajar tus textos como si fueran un diario o crónica -a menos que esa sea tu intención-; toma distancia de ellos e incluye elementos extradordinarios, porque la literatura nos da esa libertad: no sólo de crear fantasías -que en sí es alimentar la realidad-, sino también de hacer que las cosas sucedan y darle nombre o forma a lo que es innombrable o amorfo; al igual que cambiarle el nombre a las cosas o volverlas amorfas.

Para aprender a escribir, es decir, convertirse uno en escritor, no existen fórmulas ni manuales; pero sí hay algunas cosas que todos deben tener en cuenta: para escribir debes leer más de lo que escribas y, también, escribir mucho y borrar más; es importante alimentar de tiempo a tus textos, dejarlos de lado cuando los creas terminados y, cuando los vuelvas a leer, ver si te siguen gustando, yo les suelo dar un año o más (por cierto que un libro nunca estará terminado, sólo se marca el punto donde te detienes y se manda a impresión); nunca publiques algo que no te guste, no te preocupes de los demás ni te compares con ellos (para lo primero dirán que está "bonito", "interesante" o "me gustó", y luego seguirán con lo suyo, además, es importante darte cuenta que, como la historia del arte suele confirmalo, la opinión general es equivocada; para lo segundo, si lo que buscas es aprobación y escribir como los demás, escribirás tan mal como ellos y sumarás malos libros -me niego a llamarlos literatura- a los tantos que hay, continuando la mala fama que tiene entre los jóvenes la literatua).

Te recomiendo leer los cuentos de Julio Cortázar, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Edgar Allan Poe, Franz Kafka y Robert Louis Stevenson... Ah! y Cartas a un joven poeta, de Raíner Maria Rielke, sólo para que vayas viendo cómo va esto de escribir y si quieres seguir.

Y bueno, por falta de tiempo es todo lo que te diré por ahora, que es parte de mi experiencia, aunque todavía no sea un escritor (un último apunte: recuerda -si hacemos caso a Platón-, al final debes seguir tu propio camino porque, como diría Nietzsche, "este es el mío, ¿cuál es el tuyo?")

Qué te vaya bien bonito

sábado, 11 de septiembre de 2010

sugestión

Han pasado varios días sin que borre algunas líneas y, en consecuencia, el nuevo libro sigue extendiéndose imperturbable, calmo, como una enredadera o musgo (el primero es todo un misterio, incluso para mí, ¿existe?, algo que nadie había escrito y, del mismo modo, nadie leerá)... ¿Acaso ahora todo lo que estoy escribiendo es literatura o es sólo un optimismo malintencionado? Quizá deba darle un susto al nuevo libro -¿otro ensayo de libro?-, y dejarlo por la mitad, para que no ande tan confiado dejando pasar lo que sea, tanto literatura como -diría Onetti- mierda.

viernes, 13 de agosto de 2010

Entrevista a Winston K. Smith (part. I, fragmento 2)

[...]

EPÁ. En su etapa como escritor ha incursionado de diversos géneros, como el microcuento o cuento breve, ¿con cuál se ha sentido más cómodo?

WKS. Eso de microcuento me parece un absurdo, porque para mí sería cuento o no (volviendo con Onetti: es literatura o es mierda); pero bueno, no suelo meterme en definiciones, para eso están los críticos o los que gustan de parcelar las cosas. Además, no puedo decir que me sienta a gusto en un género, yo escribo y sale como salga. Me explico: el cerdo, la gallina u otro animal de la granja, creen que el granjero está a su servicio –esto lo escribe más o menos Robert M. Pirsig–; así le sucede al escritor con la palabra: supone que ésta debe complacerlo, satisfacer sus necesidades de comunicación, expresión o explicación, pero se equivoca, porque él está al servicio de la palabra, la necesita; lo mismo para el caso de algunos lectores, que esperan comprender lo leído, que la literatura los haga inteligentes y van por el mundo leyendo y diciendo 'vean, soy un lector, soy listo, admírenme', cuando en realidad leer sólo nos ayuda a evitar que se nos atrofie el cerebro, pero nada puede si uno es un idiota nato [...]
El último cuento que escribí, de los que llamas breves, es este: "En un astuto y económico arrebato de palabras le dije al doctor: doctor, usted está pendejo."

[...]

Entrevista a Winston K. Smith (part. I, fragmento)

EPÁ. Continuando con otro tema, quisiera que explicara a los lectores de esta revista [Difracciones], cuáles son las motivaciones de un escritor que, como usted, se considera a sí mismo subversivo.

WKS. Bueno, primero debo señalar que ya estás dando la respuesta. Una de mis motivaciones es la subversión; pero también la queja, el decir: 'hey, me obligas a usar un traje que no me queda, por lo menos quiero dejar constancia de que estoy en desacuerdo y, si puedo, te lo voy a hacer pagar'. Ser subversivo me ha parecido la mejor forma de gastar mi vida. Probé algunos años ser gay, pero de pronto se puso de moda serlo; así que pasé a ser un hombre bárbaro, ya sabes, con barba, desaliñado y sin modales, algo misántropo. No sé si sepas, pero entre otros que fui, llegué a ser negro, para que intentaran reprimirme, para tener algo por qué luchar (cosa que tanta falta hace a los jóvenes de siempre); pero ya ves, el enemigo hizo nuevas leyes y ahora todos se dicen demócratas y asiduos a lo políticamente correcto. Una temporada estuve de revolucionario, pero carajo, uno combate un gobierno y luego viene otro peor, además, la derecha es demasiado mojigata, puritana en público, y yo la verdad disfruto ser libertino en público y en privado, sin contar que todavía no tengo intenciones de hacerme bueno ni santo, eso luego; en cuanto a la izquierda, pues no están mejor, esos creen que con estar es suficiente, que porque son de izquierda son mejores, y luego resultan peores, por idiotas.
En fin, ahora estoy probando ser escritor, de ahí que colaborara en la revista Difracciones y, vaya si se puede ser contradictorio, aceptara tener un blog administrado por ti y [risas] sólo pongo lo que no me gusta. Por lo pronto ya tengo planeado abandonar esto de ser escritor, porque también anda de moda y cualquiera escribe cualquier tontería y los amigos se lo aplauden (yo no me fiaría de ese tipo de amigos, confiaría más en uno que me diga, como seguro diría Onetti: esto es una mierda o no es), el siguiente paso es convertirme en un personaje de ficción; sé que suena complicado, pero por eso me interesa, quién sabe, tal vez en unos años hasta yo lo llegue a creer.

[...]

miércoles, 4 de agosto de 2010

El pensamiento histórico cristiano habla de un principio y un final, de una historia lineal: aquí comenzó, aquí acabará; prefiero el pensamiento que niega principios o finales absolutos: todo está comenzando y terminando, incansablemente. ¿Es esto el "eterno retorno" nitzscheniano? Lo dudo: hay repeticiones, pero las circunstancias no son las mismas, es decir, nos convertimos en la traducción de un evento, y ya sabemos que toda traducción es distinta al original (por supuesto, no creo que la intención de Nietzsche fuera probar un eterno retorno, sino formular una pregunta terrible: ¿si todo lo que hacemos se repitiera exactamente igual, estaríamos satisfechos?).

viernes, 30 de julio de 2010

Pese a no haber duda acerca de que cambiamos constantemente, siempre hay algo que permanece, una base inmutable. No así en el pensamiento, que no se conserva estático: necesita estar cambiando, pensándose asimismo sin descanso –ni si quiera el sueño es una pausa para nuestra actividad mental–. Ésta es la primera impresión que me da el título del nuevo libro de Garik Samsa, aunque, no dudo que cualquier día lo cambie.

jueves, 29 de julio de 2010

consejo para un futuro escritor II

En el arte de la escritura, siempre será mejor volver a comenzar en lugar de continuar de manera equivocada: frente al cúmulo de basura existente, los mejores críticos son el cajón del olvido o el borrador a la mano. Quemar la obra para renovarse -no recuerdo si fue Sócrates o Aristóteles quien lo sugirió haciéndolo-, resulta un consejo saludable que además nos salvará de publicar cualquier tontería (lo cual no excluye una primera obra para arrepentirse, necesaria).
¿Quién decidirá lo que debes publicar? El tiempo: todo texto debe sobrevivir su paso, por lo menos de un año, bailando el tiempo con sus botas sobre la duela que construiste: sólo lo bueno resistirá; y tú mismo, porque deberás convertirte en tu crítico más despiadado, insobornable e intransigente.

consejo para un futuro escritor

Borrar más de lo que escriba (o tirar líneas en lugares como este) o, también, publicar menos de lo que escriba (ah y sumarle la ya famosa: leer más de lo que se escriba). Si Franz Kafka pidió que se destruyeran sus textos, más le vale a cualquiera que quiera ser escritor buscar crear algo tan bueno como lo de aquel, de lo contrario es mejor callar.

miércoles, 28 de julio de 2010

Sobre Párpados azules

Párpados azules (Ernesto Contreras, 2008) es una película que me hizo pensar mucho en ella luego de verla, incluso un mes después, lo cual creo es uno de los efectos que debe alcanzar una obra de arte.La película me recordó aquella frase de "la soledad también puede ser una llama".

El filme transcurre sobre el inicio de la relación de dos individuos incapacitados para la comunicación: solitarios que se necesitan -porque todo solitario busca un poco de compañía-, pero nada pueden hacer acerca de su condición. ¿El final? Ni feliz ni triste: real.

Del verbo complotear

(apunte: 8 de febrero 2010)

Junto al ya viejo verbo "madrugar", acuñado por la política mexicana y reflejado magistralmente en La sombra del caudillo (Martín Luis Guzmán, 1929), el siglo XXI nos ofrece el verbo "complotear": palabra mágica capaz de disculpar todos los errores y excesos, culpando al otro, siendo éste quien nos hace quedar como lo que somos, aunque se jure en nombre de la democracia o la libertad que no lo somos: 'todo es una trama, una conjura maligna del partido tal o cual para desprestigiarme'; 'si me acusan, son culpables; quienes me acusen, demuestran su participación en el complot'.
Las elecciones del 2012 nos mostrarán políticos complotistas y políticos víctimas, quiénes ocuparán cada lugar dependerá de quién acuse, es decir, todos serán criminales e inocentes según el canal o la boca, el día o la encuesta. (Hace cinco años los ecuatorianos arreglaron las cosas de manera pragmática: salieron a las calles y fueron breves en sus exigencias: "que se vayan todos".)

De Luis Ángel Hueso, El cine y el siglo XX (1998)

Decepcionado de la lectura de un libro sobre cine y sociedad, al cual bien podrían quitársele por lo menos 100 de las 250 páginas que tiene. Son muy pocas las aportaciones de este libro, cayendo en aspectos conocidos incluso para el no especialista -como yo- en cine, resultando un trabajo de tesis, académico, es decir, para ser leído por un jurado preocupado sólo por la metodología y un marco teórico apropiado. Un libro prescindible sin duda.

viernes, 16 de julio de 2010

La seriedad de la obra (texto suprimido...)

Si bien estoy de acuerdo con no tomar en serio al hombre, ese ser que, cuando no está navegando hacia Narragonia –donde, nos dice Pío Baroja, encontraremos los locos un país esperándonos– se encuentra empantanado en una cotidianidad atroz; no obstante, digo, sí creo que se deba tomar en serio su obra, la cual le sobrevivirá impunemente: la obra de ese hombre reunirá, intencionalmente o no, sus obsesiones, demonios, sueños, esperanzas, desesperanzas e, incluso, su cotidianidad tomada del cuello. Así, quienes descubramos su obra, podremos no sólo acercarnos a él, sino también al medio en que vivió y cómo lo padeció.

(texto suprimido de La espiral en el laberinto)

“El máximo impedimento para vivir son las esperanzas que dependen del mañana”, escribió más o menos Séneca en el año 55, en Sobre la brevedad de la vida (capítulo IX). Octavio Paz escribió, también más o menos: “no abandones la alegría del presente en la cárcel del futuro”, esto en El laberinto de la soledad, la edición de 1969 que incluye Postdata. He aquí una diferencia de veinte siglos, donde ignoro otros escritos, escritores y hablas comunes –sabiduría oral, anónima–, debido a mi pereza o incapacidad para leer y entender mucho más.
(Aunque no quiero dejar pasar esta referencia: en el cuento “Poseidón”, de Franz Kafka, mediante una alegoría se habla del trabajo interminable, ese que nos priva de vivir la vida: Poseidón no conoce todos los mares porque está haciendo cuentas y piensa darse un tiempo para conocerlos “cuando el mundo tocara a su fin, sólo para entonces tendría un momento de descanso justo antes del fin del mundo, y sólo después de haber revisado la última cuenta le daría tiempo para una rápida gira”. En “Un fragmento para El cazador Gracchus”, Kafka advierte nuevamente sobre la vida para trabajar y no para vivir: “Uno no tiene tiempo para pensar en él, para informarse sobre él. Acaso en el lecho de muerte… Tal vez en esa situación el hombre laborioso tenga, por primera vez, tiempo de estirarse”.)
Es obvio que Séneca y Octavio Paz no son el mismo hombre; pero si me inclinara por lo aristotélico, diría que escribieron lo mismo debido a que compartieron circunstancias semejantes, a pesar de las distancias espaciales y temporales: no habiendo mayor circunstancia que la de haber sido hombres. Inclinándome hacia lo platónico, diría que ambos escribieron lo mismo porque la idea ha estado mucho antes que ellos mismos, eterna: comprender la vida. Seguramente Álvaro Uribe, con respecto a la literatura, lo explica mejor en La otra mitad: “cuando un escritor se dispone a trabajar tiene en potencia ante sus ojos una cantidad infinita o por lo menos indefinida de textos previos. La literatura no parte de una página en blanco sino de un palimpsesto en el que se enciman […] las obras completas de la literatura anterior”.
Dejo de escribir –porque resulta imposible concluir– por supuesto con Jorge Luis Borges –quien viera en su ceguera “la vasta Biblioteca de Babel” que se expande incesantemente con cada nuevo libro, cada uno aguardando, al principio y al fin de la misma, a su posible lector–. Borges no sólo se refiere a la literatura, sino también a los hombres: cada hombre es todos los hombres que han sido y serán. Así, al escribir sobre el mismo tema, Séneca y Octavio Paz, tan distintos, pero al fin hombres, se hacen una repetición infinita del universo, ese laberinto monstruoso.

jueves, 15 de julio de 2010

Finalmente pude leer Crimen y castigo (1866), de Dostoievski, y con alivio puedo decir que no me decepcionó. Es una gran novela psicológica, no recuerdo haber leído otra que escarbara tanto en sus personajes y lo que mueve al ser humano. La pregunta que me parece el eje del libro, ¿puede uno matar, es libre de hacerlo?, ya aborda uno de los temas que preocuparán a Nietzsche: el hombre superior, ¿debe detener su marcha frente a los seres inferiores, humanos como él? ¿Y en todo caso, existen los hombres superiores? El personaje principal, Raskolnikov, tiene de modelo a Napoleón, y la urgencia por no considerarse un ser inferior. La recomiendo totalmente, en especial para aquellos que sean psicólogos o gusten de la psicología.

domingo, 27 de junio de 2010

El hombre, siguiendo los comentarios de Alfonso De Waehlens sobre Heidegger en 1955, pese a ignorar los avatares, la serie de causalidades infinitas que determinaron su nacimiento, conserva alguna experiencia, “una cierta adquisición, un cierto pasado” –esto sin duda nos lleva a Platón–, siendo que nuestro nacimiento, en lugar de convertirse en “un hecho inmutable; por el contrario, es un hecho siempre presente y que siempre es necesario recrear”.
En cuanto al tema del “sentimiento”, con el ejemplo de la espera De Waehlens señala que “En todo sentimiento existe en primer término una manera de situarse en la realidad total: esperar entraña esperar por todos y por todo, y no sólo por la que amo”, es decir, que una primera esperanza es la que padecen todos los hombres. Supongo que seguirá nuestra espera personal, la mía, que soy todos los hombres; esperanza por la llegada de ella, la única, que es todas las mujeres.

jueves, 24 de junio de 2010


junio 2010


Hace algunos años atrás leí Dublineses, del escritor irlandés James Joyce, y no recuerdo que haya disfrutado la lectura; lo mismo me ha ocurrido ahora con Retrato del artista adolescente, del mismo autor. No estoy seguro si con el primer libro no tenía la suficiente apreciación del arte para gozar su lectura, lo cual significaría que no la he alcanzado debido a que el segundo libro, una novela autobiográfica del autor, recomendado por muchos críticos, me ha parecido decepcionante: no logré sentir a los personajes, ni siquiera a Stephen Dedalus, con el cual por lo menos debería sentir algún tipo de identificación; y el estilo es fastidioso, con invitaciones a saltarse varias páginas. En fin, todavía me queda por leer Ulises, la última oportunidad que tendría Joyce para convencerme, pero mejor esperaré algunos años, tal vez entonces pueda disfrutar la lectura.

Portada original no publicada del libro La lucidez del sueño

viernes, 11 de junio de 2010

posada 2008

2007?

nuevo vallarta (2006?)

nuevo vallarta (cuando yumil era gordo)

2007

tikal, guatemala

comayagua, honduras (no, no es aduana)

aduana de costa rica (quién anduvo tomando fotos de aduanas?)

en alguna quebrada de san josé, entrenamiendo de guerrilla

san josé, costa rica (2008?)

bar en la frontera de nicaragua (2008?)

miércoles, 2 de junio de 2010

Muchos jóvenes tienen que esperar hasta la universidad para empezar a aprender o interesarse en hacerlo. Pero es mínimo el porcentaje de aquellos que logran terminar la preparatoria e irrisorio el que llega a las universidades y, claro, cabría preguntarse ¿cuántos de los que llegan realmente aprenden o se interesan por hacerlo?

jueves, 29 de abril de 2010

Mensaje para el profesor Arroyo Campohermoso

Debiera comenzar este breve mensaje como el final de la película Otto e mezzo de Federico Fellini o el final de El séptimo sello de Ingmar Bergman, o por lo menos como Björk en la película Bailando en la oscuridad, ya sabe, con un grupo de gente sumándose a usted hasta darle un fuerte apretón a la vida bailadora. Pero no es el momento ni el lugar para comenzar a saludarlo así, profesor, ni mucho menos con paliativos filantrópicos, tan criticados por Lenin; sino con la calma de un saludo amistoso en espera de que la necedad por vivir no lo abandone; además, si recuerda, Schopenhauer advirtió que habría días así, sólo se le está probando. Ojalá que, como viera Tolstoi, usted se decida a franquear “aquella distancia llena de terror y de lo desconocido, aquella distancia entre vivos y muertos que todos experimentaban instintivamente, preguntándose con emoción quién la franquearía sano y salvo”.

Y bueno, no esperamos amontonar estas palabras cual si fuera un acto político, ni despedirnos (considerando que aún debe un ensayo a la revista), sencillamente lo saludamos –ojalá fuera en mejores condiciones– y deseamos su pronta recuperación para, entonces, sacar la risamatraca y animar el día (si gusta bailar polka, no lo detendremos; sólo lo haremos si intenta cantar alguna ranchera).

(Postdata: si no ha visto ninguna de las películas mencionadas, lo esperamos para verlas)

lunes, 5 de abril de 2010

Basado en mi ánimo paranoico, sospecho que la costumbre de decirle "provecho" a alguien que está comiendo, viene de tiempos ya olvidados (más salves, humanos), donde se quería hacer saber al otro que no intentaríamos arrebatarle su alimento.

viernes, 26 de marzo de 2010

¿Cuál sería el resultado de quedarme en esta fila interminable, donde siempre parece que estoy en medio y, además, hemos olvidado para qué nos formamos? ¿Cómo estar seguro de que esta fila en la que estoy formado tuvo alguna vez un comienzo, si recuerdo haber estado siempre en medio, a punto de llegar sin poder hacerlo?

Si pregunto al que viene atrás, no sabe, dice haber estado siempre a mitad de camino, aunque no está seguro; el de adelante tiene la misma respuesta, como si fuera el de atrás o yo mismo. Los tres tenemos la certeza de que, siendo lógicos, tuvo que haber un principio y, habiéndolo, entonces tiene que haber un final: es necesario que lo haya. ¿Avanzamos, retrocedemos, nos movemos acaso?

No me atrevo a preguntar si saben por qué están formados.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Lo importante no es la idea del Eterno Retorno, propuesta por Nietzsche -aunque ya J. L. Borges la señalara como una hipótesis griega-; lo que importa es la pregunta que hace: si todo se repetirá exactamente igual, una y otra vez, entonces lo que eres, lo que has hecho ¿merece ser repetido eternamente, quieres repetirte y repetir tus actos por toda la eternidad?

En otro orden de ideas, si hemos de creer en la inmortalidad del alma, la posibilidad de una vida eterna en otro lugar (siempre en otro lugar, otro tiempo, aseguran los retóricos), sólo queda la certeza de una vida condenada al aburrimiento: fantástica, ilusoria la muerte, condenados a una vida sin muerte, ¿para qué darnos prisa en experimentar la vida?

Un último apunte, igual de prescindible: A diferencia de Marco Aurelio -citado por Borges en "El tiempo circular"-, considero que al morir no perdemos el presente, sino que finalmente lo alcanzamos, habitamos el inasible presente: ya no estamos vivos, viviendo muriendo; ahora, estamos muertos. Por mi parte, me encuentro a gusto en el destiempo.

martes, 23 de marzo de 2010

Las dictaduras latinoamericanas del siglo XX temieron a los jóvenes -ser joven significaba tener tendencia al crimen, un joven era el principio del pecado-, fueron considerados una amenaza, aunque para la dictadura brasileña (1964-1984) lo era el pueblo en su conjunto, el cual les parecía incapaz de gobernarse sin una elite; para la última dictadura argentina (1976-1983), Marx, Einstein y Freud habían pervertido a la juventud con sus ideas, y debían ser reeducados, alejados de las ideas extrañas al ser argentino y, claro, obedecer como militares.

Las dictaduras de izquierda construyeron utopías para el futuro; mientras que la derecha reaccionaria hacía del pasado una utopía. En México, el gobierno veía a los jóvenes como incapaces de orden, con inclinaciones al caos y la desestabilización. No resulta extraño entonces su sorpresa cuando, en septiembre de 1971, miles de jóvenes se congregaron durante tres días para el concierto de rock Avándaro, sin riñas, ordenados, sin que el mundo explotara. Al día siguiente, los medios de desinformación, alarmantes, alarmistas, vieron drogadicción, lujuria y crimen, y el gobierno decidió prohibir el rock, por subversivo y extranjerizante. El gobierno de Echeverría, y los anteriores y posteriores, decretó mediante su represión que estaba prohibido ser joven.

Ya quisieran los gobiernos que todos nacieramos adultos, listos para trabajar y evitar los malos pensamientos que se empeñan en negar el futuro como destino, privatizado, y desearían extirpar la tendencia al asombro y acabar de una vez por todas con la peligrosa imaginación.

lunes, 22 de marzo de 2010

Realidades

La invención de la realidad no es otra cosa que asumir una realidad única, dar por creada, limitada, sistematizada, una realidad a la que podemos acercarnos, manipular y adecuar a nuestras necesidades. Entonces, aspiramos a una realidad que, al ir concretándola, nos comienza a fastidiar y ya estamos detestándola, aunque la aceptamos. Señala Oliverio Girondo que "la costumbre nos deje, diariamente, una telaraña en las pupilas", y no tenemos, los que en verdad nos fastidiamos, otro remedio que intentar "cortar las amarras lógicas" como, agrega Girondo, "la única y verdadera posibilidad de aventura". Nos confiesa en un poema Jaime Sabines: "Yo lo que quiero es que pase algo,/ que me muera de veras/ o que de veras esté fastidiado,/ o cuando menos que se caiga el techo/ de mi cuarto un rato..."

domingo, 21 de marzo de 2010

Contra todo

El caos, el absurdo y la violencia se han adaptado, relativizado y cotidianizado lo suficiente (racionalizado el sistema, la maquinaria funciona rutinariamente y es manejada rutinariamente y somos manejados rutinariamente y nos manejamos y manejamos rutinariamente...), que al tratar de entenderlos resultan en orden, sentido y paz social: ¿Qué tan cierto es lo que escribió Albert Camus: "después de despertar en este mundo mecanizado, sólo quedan dos opciones: la reinstalación o el suicidio"?
No estoy de acuerdo con el asceta que se va al desierto porque no quiere vivir en un lugar lleno de vicios; si se va es porque no es capaz de superar esos vicios, tiene temor, porque su voluntad es débil, de ser parte de ellos (sin olvidar que no los ha probado, así que ¿cómo rechazar algo que desconoce? Me parecen más perversos todos esos que se creen santos y miran a todos los demás como demonios).
Me basta, volviendo con Camus, con no ser una plaga más y, como Alfonso Reyes, mostrar "las entrañas de la maquinaria". Además, como escribe Richard Lintakler: "Si el mundo que se nos obliga a aceptar es falso y nada es verdadero, entonces cualquier cosa es posible".

jueves, 18 de marzo de 2010

Contra los otros

Como en vida, los muertos con dinero eligen a sus vecinos y, para mayor privacidad, habitan palacios mortuorios, con infranqueables bardas; así encerrados, están protegidos contra robos y, principalmente, contra los otros.

miércoles, 17 de marzo de 2010

De ausencias

No sé antes, pero ahora las distancias no son cuestión de medidas métricas u horarias; actualmente, uno puede parecer demasiado lejos y, sin embargo, encontrarse a la vuelta de la esquina, incluso a un lado, ausente.

sábado, 13 de marzo de 2010

Camino

No es en el final del viaje donde encontraremos lo que buscamos –como no es la muerte la culminación de la vida–; ni es en el viaje, como creen los eternos buscadores, donde nos hallaremos. Es en nosotros mismos, en lo que llevamos de oculto y potencial –el ser en potencia que somos–, al cual el camino nos permitirá ir encontrando, construyendo mientras construimos el camino, hasta lograrlo y, entonces, saber que hemos llegado al lugar donde éramos esperados.

jueves, 4 de marzo de 2010

Elementos del sueño

Lluvia ligera, noche, risas, miradas varias, abrazos, a ochenta minutos de casa, algunos amigos desconocidos, una película que no veo, nosotros… Son estos algunos elementos del sueño que ahora recuerdo, sin juntarlos en estas líneas –qué tal si es como los deseos, que al decirlos no se cumplen; y no soy supersticioso, pero para qué arriesgarme.

“…Y mis sueños una escalera sin principio y con fin”, escribió Fernando Pessoa o alguno de sus heterónomos.

Sabes lo que dicen: en los sueños no se puede conocer el principio ni el final, ambos mezclados, entremezclados, en un “presente” del que sólo recuperamos fragmentos, ¿será la vida así? El despertar va devorando todos estos recuerdos imposibles. Pero la imposibilidad de un abrazo no significa que no pueda ser realizado. Todo imposible teme su vulnerabilidad ante una decisión inexorable. Y no importa que por la mañana una revista me diga: Translation was never possible. Porque traducir el sueño a la realidad, tiene tanta dificultad como llevar la realidad al sueño; no importan, al menos para mí, vanos convencionalismos y buenas maneras, ni las sanas protestas o saltos con redes de seguridad para salir de emergencia. La traducción jamás fue posible, digo, y al decirlo me da esperanza.

¿Por qué los sueños no pueden ser recuerdos también? ¿Acaso deberemos someternos al empirismo pragmático? (Todo objeto tiende a caer, sí, es cierto, pero habrá otros lugares donde los objetos tiendan a subir o flotar, permanecer a voluntad; no somos dueños de la Verdad, ni siquiera de parte de toda la verdad.)

Si los recuerdos tienen diversas formas y medios para quedarse con nosotros –he aquí la memoria de la razón y la memoria del corazón–, si con el paso del tiempo los vamos cambiando, transformando, inventando, cada uno tendrá un recuerdo distinto al otro memoriante. ¿Quién entonces puede negarme, sino yo mismo, el hacer de este sueño un recuerdo infatigable? Ya hay quien podrá decirme que llevar la realidad al sueño no hace más que confirmar a la primera, y lo que reafirma al sueño es el propio ser del sueño, inefable. Pero, aunque no ignoro dicha protesta, le doy una importancia semejante a la de si esto que escribo –entonces escribo, escribí–, le dice realmente a alguien, que no sean los involucrados –tal vez nosotros–, lo que pienso-siento.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Viejas postales halladas sin prisa

Deberías haber visto en José María Morelos la procesión de los niños ir inmensamente derecho, llevando su alegría como pancartas que se burlan de los hombres tristes. Iban descalzos, acariciando la tierra que los espera sin prisa. Esos niños nada tienen tan importante como el ser niños; parecían ignorar su pobreza, la injusticia del sistema que los condena a la miseria. Desnutridos, desvestidos, despalabrados, hilando voces para sobrevivir, les brota siempre una sonrisa inesperada para el hombre que mira y, si es afortunado, podrá ver una risa subversiva, contagiosa, peligrosa para tanto hombre triste. La procesión de los niños avanza implacable.

En San José, Costa Rica, alguien anda paseando las nubes, lo hace sin descanso sobre la ciudad, como señoritas de pueblos ignorados: ellas vienen y van en la plaza celeste. Los turistas, ensombrillados, no se han de mojar: a salvo de la lluvia nunca sabrán cuándo llueve café.

Hacia Grecia, en Costa Rica, la risa de un niño me recuerda que no todo está perdido. La esperanza asoma y la risa reverdece. Pura vida chingao.

Pasé por Centroamérica a toda la velocidad de llegar y lo mejor que conozco son sus aduanas. No he traído cámara que me fabrique recuerdos y me haga ver en diez años lo que puedo ver ahora. El paisaje son todas estas fronteras absurdas, pero todo puede mejorar: si nos cierran la frontera de Nicaragua y un paranoico advierte de secuestros y asaltos, entonces vámonos a tomar unas toñas ahí mismo, cerquita de la frontera, bebamos hasta el amanecer y sea horario de oficina.

Día del grito mexicano. Hacer del silencio diario un escándalo; luego callar, esperar. Día de muertos. Andar por estas calles vestido de calavera, agitando la risa-matraca. Un día para celebrar a la muerte, emborracharla, comerla, bailarla en algunos casos y vestirla de flores en todos, invitarla a la mesa y cantarle. Día de visitar a los muertos. Día de carnaval, donde sólo la oportunidad del travestismo y la venta de cerveza parecen pasarla bien.

Distrito Federal. Tal parece que aquí las protestas y todo tipo de manifestaciones sólo tienen como interés la fiesta, el juntarse bajo un pretexto: el relajo.
En esta ciudad, ¿las personas llevan a los autos o los autos a las personas? He visto autos llevando autos. El metro, dicen los movilistas de autos, provoca una cercanía violatoria de la privacidad; caminar es demasiado arriesgado, pero ya quedan pocas aventuras en el mundo.
Aquí, la sórdida distancia se encubre de multitudes; el anonimato como una actitud; ‘no importa quién me vea, no volveré a verla’; la calle un riesgo; el otro, un peligro; los automóviles se ahogan en su ira de siete kilómetros por hora; el gigantismo se traga el tiempo y defeca esta ciudad moderna.

martes, 2 de marzo de 2010

Prólogo al "Ensayo de libro" de los escritores Garik Samsa y Winston K. Smith (traducción y prólogo por Erick Pérez del Ángel)

Textos dispersos de Winston K. Smith y textos-viñetas de Garik Samsa. Pero habría que preguntar ¿además del traductor, que obligadamente tuvo que leer el libro y conocerlos, quién conoce a estos dos personajes que decidieron publicar juntos –no sé bien si para ahorrarse el trabajo de publicar por separado o esperando completar lo que a cada uno le falta–? “La mitad para ti y la otra para mí…”, parece que fue una conclusión tomada en alguna noche olvidada (¿no se supone que las viñetas deberían estar dentro del texto y no, como fue publicado, tal si fuera una segunda parte? Por respuesta me dicen que “en realidad hay viñetas y textos de uno y otro; si le preocupa al lector saber cuál es de uno u otro, ese es su problema”). Ni hablar de una fotografía que nos deje, al menos, ver cómo son: si en verdad son. Ambos estuvieron de acuerdo en la razón por la cual no hay foto:

"Me da cierto escozor –señaló K. Smith– ver a quiénes supuestamente escribieron un libro, principalmente si es de poesía: que al hojearlos me tope con el rostro patético del supuesto escritor es algo que me motiva abandonarlo inmediatamente. Por mi parte –interviene Garik Samsa–, hago caso a Nietzsche cuando decía que no busquemos detrás del libro, como si fuera más importante que la propia obra; claro, a veces lo hago, porque, al igual que Octavio Paz, tengo curiosidad por saber qué hay detrás de la máscara, qué es lo que la anima."

¿Las razones de este libro? Tal vez no darse cuenta de la terrible dificultad de escribir uno a dos manos, de la exigencia disciplinaria que se necesitaba para lograr un libro que fuera dos al mismo tiempo, pero sin serlo en realidad o sin parecerlo –la intención se me escapa–; quizá sólo podemos considerar que la estructura final es el resultado de una nueva victoria de la pereza literaria, que tanto gusta a estos dos escritores. En fin, lo que finalmente han decidido publicar es un libro que contiene a dos escritores diferentes. Por ejemplo, K. Smith, durante una charla que sostuve con ambos para armar este prólogo, me comentó sobre sus textos:

"Pobre el lenguaje de los académicos intelectualizantes, con sus palabras maquilladas como quinceañeras o señoritas de sociedad; yo prefiero el maquillaje de las putas, porque ellas, en cuanto pueden y porque pueden, mandan todo a la mierda. Aunque claro, siempre serán mejor las palabras desnudas, como las mujeres ¿El lenguaje florido? Quizá sólo el de la Guerra Florida. Pero soy demasiado flojo como para confirmarlo […]. No, en esta ocasión no me olvido de los jóvenes, que hablan como Julio Cortázar jugó en Rayuela, en Ispamerikano […]. Buscar entendernos sería muy simplista, aburrido diría yo, pero ser oscuro es otro error, por relamido y torpe…"

Lo dicho anteriormente no cayó en gracia al poeta Garik Samsa –aunque tal vez fuera que estaba en otro lado–, quien ha sido tachado de oscuro y fatalista, sin poder escribir finales y sólo fragmentos. Él prefirió limitarse a señalar que el libro

"sólo tiene la finalidad del divertimento, de una necesidad, al menos para él, de ver cómo las palabras, luego de estar dispersas, van ocupando su lugar en las páginas, como si al escribir construyera ‘nuevos’ laberintos o juntando piezas que van cayendo por azar en el lugar preciso –no dudó en recordar a Borges y Galeano– o formando una espiral armada con pequeñas espirales, sin final ni principio o con el final y principio que el lector quiera darles porque –advirtió– después de todo también el lector es uno de los constructores de este libro; hay otros, pero no es el momento de conocerlos, menos ahora que el libro ya está terminado y todos nos fuimos a otros lugares, otros sueños…"

Aquí estoy entonces, escribiendo el prólogo de un libro que, sospecho, tiene la esperanza de que al tener a dos escritores pueda ganar algún concurso, ahorrándoles competir entre ellos y, además, evitarles realizar los gastos y trámites de publicación. Y si lo hago es debido a la invitación de Garik Samsa, tal vez creyendo devolverme el favor cuando los invité a ambos para escribir algo sobre mi libro o como una disculpa por las cosas canallescas que K. Smith escribió –de las cuales mi editora sólo dejó las menos infames, por cierto–; aunque creo que ninguna de las dos, porque devolver favores o dar las gracias, no podría venir de dicho escritor, así que les devuelvo el favor–.

En realidad no me parece que pueda decir mucho más, aunque parezca absurdo. Inclasificable –lo cual es una forma de disculpar la incapacidad o desgana de ambos escritores por especializarse–, me aventuro a dejarlo como prosa poética. Me ha gustado el libro –por supuesto no todo, tampoco es esto un funeral como para exagerar–, disfruté leerlo y traducirlo, así que ojalá usted lector o lectora también pueda hacerlo y, por qué no, siguiendo a Garik Samsa, construya uno mejor.

Henry Miller hablaba de ser un médium; yo prefiero considerarme más como un traductor, en este caso de dos escritores distintos, buscándome entre ellos. Por supuesto, ya se sabe, ninguna traducción podrá ser el original, si ni siquiera el original es igual después de la traducción. Y cada uno de nosotros, K. Smith, Garik Samsa y yo mismo, nos buscamos entre otros dos escritores. Estoy seguro que los tres tenemos la sensación de que hay otros a los cuales no hemos traducido.