viernes, 13 de agosto de 2010

Entrevista a Winston K. Smith (part. I, fragmento 2)

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EPÁ. En su etapa como escritor ha incursionado de diversos géneros, como el microcuento o cuento breve, ¿con cuál se ha sentido más cómodo?

WKS. Eso de microcuento me parece un absurdo, porque para mí sería cuento o no (volviendo con Onetti: es literatura o es mierda); pero bueno, no suelo meterme en definiciones, para eso están los críticos o los que gustan de parcelar las cosas. Además, no puedo decir que me sienta a gusto en un género, yo escribo y sale como salga. Me explico: el cerdo, la gallina u otro animal de la granja, creen que el granjero está a su servicio –esto lo escribe más o menos Robert M. Pirsig–; así le sucede al escritor con la palabra: supone que ésta debe complacerlo, satisfacer sus necesidades de comunicación, expresión o explicación, pero se equivoca, porque él está al servicio de la palabra, la necesita; lo mismo para el caso de algunos lectores, que esperan comprender lo leído, que la literatura los haga inteligentes y van por el mundo leyendo y diciendo 'vean, soy un lector, soy listo, admírenme', cuando en realidad leer sólo nos ayuda a evitar que se nos atrofie el cerebro, pero nada puede si uno es un idiota nato [...]
El último cuento que escribí, de los que llamas breves, es este: "En un astuto y económico arrebato de palabras le dije al doctor: doctor, usted está pendejo."

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Entrevista a Winston K. Smith (part. I, fragmento)

EPÁ. Continuando con otro tema, quisiera que explicara a los lectores de esta revista [Difracciones], cuáles son las motivaciones de un escritor que, como usted, se considera a sí mismo subversivo.

WKS. Bueno, primero debo señalar que ya estás dando la respuesta. Una de mis motivaciones es la subversión; pero también la queja, el decir: 'hey, me obligas a usar un traje que no me queda, por lo menos quiero dejar constancia de que estoy en desacuerdo y, si puedo, te lo voy a hacer pagar'. Ser subversivo me ha parecido la mejor forma de gastar mi vida. Probé algunos años ser gay, pero de pronto se puso de moda serlo; así que pasé a ser un hombre bárbaro, ya sabes, con barba, desaliñado y sin modales, algo misántropo. No sé si sepas, pero entre otros que fui, llegué a ser negro, para que intentaran reprimirme, para tener algo por qué luchar (cosa que tanta falta hace a los jóvenes de siempre); pero ya ves, el enemigo hizo nuevas leyes y ahora todos se dicen demócratas y asiduos a lo políticamente correcto. Una temporada estuve de revolucionario, pero carajo, uno combate un gobierno y luego viene otro peor, además, la derecha es demasiado mojigata, puritana en público, y yo la verdad disfruto ser libertino en público y en privado, sin contar que todavía no tengo intenciones de hacerme bueno ni santo, eso luego; en cuanto a la izquierda, pues no están mejor, esos creen que con estar es suficiente, que porque son de izquierda son mejores, y luego resultan peores, por idiotas.
En fin, ahora estoy probando ser escritor, de ahí que colaborara en la revista Difracciones y, vaya si se puede ser contradictorio, aceptara tener un blog administrado por ti y [risas] sólo pongo lo que no me gusta. Por lo pronto ya tengo planeado abandonar esto de ser escritor, porque también anda de moda y cualquiera escribe cualquier tontería y los amigos se lo aplauden (yo no me fiaría de ese tipo de amigos, confiaría más en uno que me diga, como seguro diría Onetti: esto es una mierda o no es), el siguiente paso es convertirme en un personaje de ficción; sé que suena complicado, pero por eso me interesa, quién sabe, tal vez en unos años hasta yo lo llegue a creer.

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miércoles, 4 de agosto de 2010

El pensamiento histórico cristiano habla de un principio y un final, de una historia lineal: aquí comenzó, aquí acabará; prefiero el pensamiento que niega principios o finales absolutos: todo está comenzando y terminando, incansablemente. ¿Es esto el "eterno retorno" nitzscheniano? Lo dudo: hay repeticiones, pero las circunstancias no son las mismas, es decir, nos convertimos en la traducción de un evento, y ya sabemos que toda traducción es distinta al original (por supuesto, no creo que la intención de Nietzsche fuera probar un eterno retorno, sino formular una pregunta terrible: ¿si todo lo que hacemos se repitiera exactamente igual, estaríamos satisfechos?).