Quizá Miguel Hidalgo es un ejemplo de continuidad y ruptura en la historia de México, como la consideraría el escritor mexicano Octavio Paz. Esto es, porque en la organización prehispánica el tlatoani huey o gobernante, era un guerrero al mismo tiempo que un hombre vinculado a la religión, un hombre divino. Así, los indígenas que siguieron a Hidalgo, al que consideraron un iluminado y en contacto con un mundo superior, hicieron lo que siglos antes habían hecho sus antepasados, incluso, se debe agregar, alimentar con su sangre la tierra.
En cuanto a la ruptura, otro elemento imprescindible en la historia del hombre, la encuentro en que ahora los dioses son uno solo: la virgen de Guadalupe y una religión ajena al desarrollo histórico mesoamericano; aunque, como bien señaló Paz, la religión mesoamericana tuviera unos mismos dioses, pero con diferentes nombres, como bien podríamos decir de esta época de oscuridad en la que vivimos.
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