sábado, 23 de octubre de 2010
XIV. Ramón Bravo, muerte en las aguas de la luz
Ramón Bravo Prieto (1925-1998), oceanógrafo, comunicólogo, investigador y ecologista, excelente buceador (promotor del buceo nocturno) y acompañante ocasional de los tiburones, murió -cuenta mi tío- mientras cambiaba un foco. Quizás, como el cuento de García Márquez, murió ahogado en la luz que brotó al quitarlo, porque era inexperto en esas aguas. Casi del modo en que muere la poeta mexicana Rosario Castellanos, a quien el poeta mexicano Jaime Sabines escribió: "Sólo una tonta podía dedicar su vida a la soledad y al amor. / Sólo una tonta podía morirse al tocar una lámpara, / si lámpara encendida, / desperdiciada lámpara eras tú. / Retonta por desvalida, por inerme, / por estar ofreciendo tu canasta de frutas a los árboles, / tu agua al manantial, / tu calor al desierto, / tus alas a los pájaros [...]" (Recado a Rosario Castellanos). Bravo, miembro de aquellos que equivocaron camino y nacieron sujetos a la tierra, hombres marinos que se marean en tierra firme, desde su muerte habita la Cueva de los Tiburones Dormidos, Isla Mujeres (otros, que también equivocamos camino, extraños en el mar y la tierra, nos queda la esperanza del cielo).
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