(apunte: 8 de febrero 2010)
Junto al ya viejo verbo "madrugar", acuñado por la política mexicana y reflejado magistralmente en La sombra del caudillo (Martín Luis Guzmán, 1929), el siglo XXI nos ofrece el verbo "complotear": palabra mágica capaz de disculpar todos los errores y excesos, culpando al otro, siendo éste quien nos hace quedar como lo que somos, aunque se jure en nombre de la democracia o la libertad que no lo somos: 'todo es una trama, una conjura maligna del partido tal o cual para desprestigiarme'; 'si me acusan, son culpables; quienes me acusen, demuestran su participación en el complot'.
Las elecciones del 2012 nos mostrarán políticos complotistas y políticos víctimas, quiénes ocuparán cada lugar dependerá de quién acuse, es decir, todos serán criminales e inocentes según el canal o la boca, el día o la encuesta. (Hace cinco años los ecuatorianos arreglaron las cosas de manera pragmática: salieron a las calles y fueron breves en sus exigencias: "que se vayan todos".)
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