jueves, 4 de marzo de 2010

Elementos del sueño

Lluvia ligera, noche, risas, miradas varias, abrazos, a ochenta minutos de casa, algunos amigos desconocidos, una película que no veo, nosotros… Son estos algunos elementos del sueño que ahora recuerdo, sin juntarlos en estas líneas –qué tal si es como los deseos, que al decirlos no se cumplen; y no soy supersticioso, pero para qué arriesgarme.

“…Y mis sueños una escalera sin principio y con fin”, escribió Fernando Pessoa o alguno de sus heterónomos.

Sabes lo que dicen: en los sueños no se puede conocer el principio ni el final, ambos mezclados, entremezclados, en un “presente” del que sólo recuperamos fragmentos, ¿será la vida así? El despertar va devorando todos estos recuerdos imposibles. Pero la imposibilidad de un abrazo no significa que no pueda ser realizado. Todo imposible teme su vulnerabilidad ante una decisión inexorable. Y no importa que por la mañana una revista me diga: Translation was never possible. Porque traducir el sueño a la realidad, tiene tanta dificultad como llevar la realidad al sueño; no importan, al menos para mí, vanos convencionalismos y buenas maneras, ni las sanas protestas o saltos con redes de seguridad para salir de emergencia. La traducción jamás fue posible, digo, y al decirlo me da esperanza.

¿Por qué los sueños no pueden ser recuerdos también? ¿Acaso deberemos someternos al empirismo pragmático? (Todo objeto tiende a caer, sí, es cierto, pero habrá otros lugares donde los objetos tiendan a subir o flotar, permanecer a voluntad; no somos dueños de la Verdad, ni siquiera de parte de toda la verdad.)

Si los recuerdos tienen diversas formas y medios para quedarse con nosotros –he aquí la memoria de la razón y la memoria del corazón–, si con el paso del tiempo los vamos cambiando, transformando, inventando, cada uno tendrá un recuerdo distinto al otro memoriante. ¿Quién entonces puede negarme, sino yo mismo, el hacer de este sueño un recuerdo infatigable? Ya hay quien podrá decirme que llevar la realidad al sueño no hace más que confirmar a la primera, y lo que reafirma al sueño es el propio ser del sueño, inefable. Pero, aunque no ignoro dicha protesta, le doy una importancia semejante a la de si esto que escribo –entonces escribo, escribí–, le dice realmente a alguien, que no sean los involucrados –tal vez nosotros–, lo que pienso-siento.

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