Textos dispersos de Winston K. Smith y textos-viñetas de Garik Samsa. Pero habría que preguntar ¿además del traductor, que obligadamente tuvo que leer el libro y conocerlos, quién conoce a estos dos personajes que decidieron publicar juntos –no sé bien si para ahorrarse el trabajo de publicar por separado o esperando completar lo que a cada uno le falta–? “La mitad para ti y la otra para mí…”, parece que fue una conclusión tomada en alguna noche olvidada (¿no se supone que las viñetas deberían estar dentro del texto y no, como fue publicado, tal si fuera una segunda parte? Por respuesta me dicen que “en realidad hay viñetas y textos de uno y otro; si le preocupa al lector saber cuál es de uno u otro, ese es su problema”). Ni hablar de una fotografía que nos deje, al menos, ver cómo son: si en verdad son. Ambos estuvieron de acuerdo en la razón por la cual no hay foto:
"Me da cierto escozor –señaló K. Smith– ver a quiénes supuestamente escribieron un libro, principalmente si es de poesía: que al hojearlos me tope con el rostro patético del supuesto escritor es algo que me motiva abandonarlo inmediatamente. Por mi parte –interviene Garik Samsa–, hago caso a Nietzsche cuando decía que no busquemos detrás del libro, como si fuera más importante que la propia obra; claro, a veces lo hago, porque, al igual que Octavio Paz, tengo curiosidad por saber qué hay detrás de la máscara, qué es lo que la anima."
¿Las razones de este libro? Tal vez no darse cuenta de la terrible dificultad de escribir uno a dos manos, de la exigencia disciplinaria que se necesitaba para lograr un libro que fuera dos al mismo tiempo, pero sin serlo en realidad o sin parecerlo –la intención se me escapa–; quizá sólo podemos considerar que la estructura final es el resultado de una nueva victoria de la pereza literaria, que tanto gusta a estos dos escritores. En fin, lo que finalmente han decidido publicar es un libro que contiene a dos escritores diferentes. Por ejemplo, K. Smith, durante una charla que sostuve con ambos para armar este prólogo, me comentó sobre sus textos:
"Pobre el lenguaje de los académicos intelectualizantes, con sus palabras maquilladas como quinceañeras o señoritas de sociedad; yo prefiero el maquillaje de las putas, porque ellas, en cuanto pueden y porque pueden, mandan todo a la mierda. Aunque claro, siempre serán mejor las palabras desnudas, como las mujeres ¿El lenguaje florido? Quizá sólo el de la Guerra Florida. Pero soy demasiado flojo como para confirmarlo […]. No, en esta ocasión no me olvido de los jóvenes, que hablan como Julio Cortázar jugó en Rayuela, en Ispamerikano […]. Buscar entendernos sería muy simplista, aburrido diría yo, pero ser oscuro es otro error, por relamido y torpe…"
Lo dicho anteriormente no cayó en gracia al poeta Garik Samsa –aunque tal vez fuera que estaba en otro lado–, quien ha sido tachado de oscuro y fatalista, sin poder escribir finales y sólo fragmentos. Él prefirió limitarse a señalar que el libro
"sólo tiene la finalidad del divertimento, de una necesidad, al menos para él, de ver cómo las palabras, luego de estar dispersas, van ocupando su lugar en las páginas, como si al escribir construyera ‘nuevos’ laberintos o juntando piezas que van cayendo por azar en el lugar preciso –no dudó en recordar a Borges y Galeano– o formando una espiral armada con pequeñas espirales, sin final ni principio o con el final y principio que el lector quiera darles porque –advirtió– después de todo también el lector es uno de los constructores de este libro; hay otros, pero no es el momento de conocerlos, menos ahora que el libro ya está terminado y todos nos fuimos a otros lugares, otros sueños…"
Aquí estoy entonces, escribiendo el prólogo de un libro que, sospecho, tiene la esperanza de que al tener a dos escritores pueda ganar algún concurso, ahorrándoles competir entre ellos y, además, evitarles realizar los gastos y trámites de publicación. Y si lo hago es debido a la invitación de Garik Samsa, tal vez creyendo devolverme el favor cuando los invité a ambos para escribir algo sobre mi libro o como una disculpa por las cosas canallescas que K. Smith escribió –de las cuales mi editora sólo dejó las menos infames, por cierto–; aunque creo que ninguna de las dos, porque devolver favores o dar las gracias, no podría venir de dicho escritor, así que les devuelvo el favor–.
En realidad no me parece que pueda decir mucho más, aunque parezca absurdo. Inclasificable –lo cual es una forma de disculpar la incapacidad o desgana de ambos escritores por especializarse–, me aventuro a dejarlo como prosa poética. Me ha gustado el libro –por supuesto no todo, tampoco es esto un funeral como para exagerar–, disfruté leerlo y traducirlo, así que ojalá usted lector o lectora también pueda hacerlo y, por qué no, siguiendo a Garik Samsa, construya uno mejor.
Henry Miller hablaba de ser un médium; yo prefiero considerarme más como un traductor, en este caso de dos escritores distintos, buscándome entre ellos. Por supuesto, ya se sabe, ninguna traducción podrá ser el original, si ni siquiera el original es igual después de la traducción. Y cada uno de nosotros, K. Smith, Garik Samsa y yo mismo, nos buscamos entre otros dos escritores. Estoy seguro que los tres tenemos la sensación de que hay otros a los cuales no hemos traducido.
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