Lo importante no es la idea del Eterno Retorno, propuesta por Nietzsche -aunque ya J. L. Borges la señalara como una hipótesis griega-; lo que importa es la pregunta que hace: si todo se repetirá exactamente igual, una y otra vez, entonces lo que eres, lo que has hecho ¿merece ser repetido eternamente, quieres repetirte y repetir tus actos por toda la eternidad?
En otro orden de ideas, si hemos de creer en la inmortalidad del alma, la posibilidad de una vida eterna en otro lugar (siempre en otro lugar, otro tiempo, aseguran los retóricos), sólo queda la certeza de una vida condenada al aburrimiento: fantástica, ilusoria la muerte, condenados a una vida sin muerte, ¿para qué darnos prisa en experimentar la vida?
Un último apunte, igual de prescindible: A diferencia de Marco Aurelio -citado por Borges en "El tiempo circular"-, considero que al morir no perdemos el presente, sino que finalmente lo alcanzamos, habitamos el inasible presente: ya no estamos vivos, viviendo muriendo; ahora, estamos muertos. Por mi parte, me encuentro a gusto en el destiempo.
miércoles, 24 de marzo de 2010
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