Las dictaduras latinoamericanas del siglo XX temieron a los jóvenes -ser joven significaba tener tendencia al crimen, un joven era el principio del pecado-, fueron considerados una amenaza, aunque para la dictadura brasileña (1964-1984) lo era el pueblo en su conjunto, el cual les parecía incapaz de gobernarse sin una elite; para la última dictadura argentina (1976-1983), Marx, Einstein y Freud habían pervertido a la juventud con sus ideas, y debían ser reeducados, alejados de las ideas extrañas al ser argentino y, claro, obedecer como militares.
Las dictaduras de izquierda construyeron utopías para el futuro; mientras que la derecha reaccionaria hacía del pasado una utopía. En México, el gobierno veía a los jóvenes como incapaces de orden, con inclinaciones al caos y la desestabilización. No resulta extraño entonces su sorpresa cuando, en septiembre de 1971, miles de jóvenes se congregaron durante tres días para el concierto de rock Avándaro, sin riñas, ordenados, sin que el mundo explotara. Al día siguiente, los medios de desinformación, alarmantes, alarmistas, vieron drogadicción, lujuria y crimen, y el gobierno decidió prohibir el rock, por subversivo y extranjerizante. El gobierno de Echeverría, y los anteriores y posteriores, decretó mediante su represión que estaba prohibido ser joven.
Ya quisieran los gobiernos que todos nacieramos adultos, listos para trabajar y evitar los malos pensamientos que se empeñan en negar el futuro como destino, privatizado, y desearían extirpar la tendencia al asombro y acabar de una vez por todas con la peligrosa imaginación.
martes, 23 de marzo de 2010
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